domingo, 26 de octubre de 2014

Nosotros sí que podemos (introducción)



Ya he dicho con anterioridad que la realidad se convierte en obsoleta de un momento para otro. Desde que empecé a escribir estas líneas, a ratos sueltos y perdidos del verano, y previos y posteriores a él, es tal la cantidad de acontecimientos que han tenido lugar que resulta imposible terminar nunca el texto so pena de dejar de hablar de cosas que parecen imprescindibles.

Debo aclarar, no obstante, que nunca ha sido mi intención hacer un repaso constante a los temas de actualidad. Para eso no se dedica uno a reflexionar a propósito del Camino y no narra sus cuitas en este… No, para eso está la prensa, el Twitter y otros medios (incluido este blog, pero en otros apartados diferentes al presente). No es mi ánimo el de comentar uno a uno los más recientes sucedidos. Además, no acabaría nunca, pero parecería raro que, con la cantidad de acontecimientos que han acaecido en los últimos meses, no dedicara unas líneas a dar mis puntos de vista, no siempre ortodoxos pero que, por otra parte, son los que defiendo con mis compañeros y compañeras de partido, con la libertad dentro de la lealtad que siempre he sentido en el PSC.

El proceso soberanista avanza inexorable. Tengo la sensación de que la torpeza del gobierno central, unida al oportunismo de algunos, está propiciando un clima de alejamiento de Catalunya de España como no se había dado desde los tiempos de Felipe de Anjou.

Por otro lado, es sabido que en las guerras los neutrales son los primeros en caer. El PSC no es neutral pero desde mi convicción íntima de que es una fuerza política que se mueve en las siempre complicadas aguas del sentido común, corremos el riesgo de caer, precisamente, por parecer neutrales. ¡Y no lo somos, repito! Y asumimos ese riesgo creo que con valentía, con honestidad y, sobre todo, desde el más absoluto respeto que muchos no están mostrando hacia el pueblo catalán. Porque está claro que no estamos pensando en nosotros mismos (no en vano nos está costando una sangría de apoyos a un lado y a otro), sino en defender un espacio de cariño mutuo entre Catalunya y España. En encontrar esa otra España que se encuentra a momentos oculta entre la maleza, pero que lucha también por gritar que son otra cosa diferente, y que desean el entendimiento desde el compañerismo entre los diferentes pueblos de España. Me parece que el dramaturgo griego Esquilo era el que decía en una de sus obras que «la verdad es la primera víctima de las guerras». En el debate político no es muy distinto. Con frecuencia la verdad es la primera en fenecer. Confiemos en que no sea así.

La partida tiene unas reglas que, mejor o peor, son las que son mientras no se establezcan otras. Nos gustarán más o menos, pero en su momento decidimos colectivamente que eran las mejores posibles –quizá las menos malas posibles. No entraré ahora en las movidas y turbias aguas de la transición (¡incisivamente lo haría!), porque como decía el antes Molt Honorable Jordi Pujol, no toca, pero está claro, uno, que no se puede juzgar bajo parámetros actuales, pues por ejemplo, estaba el ejército como estaba después de recién acabada la dictadura, hasta el punto de llegar a fraguar un golpe de Estado; y dos, que no se cerró para los dos bandos por igual, por cuanto aún quedan muertos en las cunetas de nuestra denostada España.

Pero en fin, dije que no entraría. Solo esos dos apuntes para que se atisbe mi postura. Ya será fruto de algún “opinativo” posterior. Decía más arriba que romper unilateralmente estas reglas de juego es, así de simple, hacer trampas. No lo encuentro justificado, no al menos hasta que yo mismo no llegue hasta el nivel de exasperación que refieren algunos, como también he remarcado en algún tuit de últimamente. Que es como decir que si siguiéramos con esa espiral de estupidez por parte del anticatalanismo recalcitrante en España, podría llegar a plantearme un cambio de postura. Pero en todo caso, me supone un esfuerzo que a día de hoy no estoy dispuesto. Porque conozco muchas personas que representan la España que deviene por ejemplo, de la línea de pensamiento de la que forma parte la Generación del 27. Y no me veo capaz de mirarles a los ojos a espetarles que me quiero ir. Ese nivel de exasperación que alegaba antes debería así superar la línea del cariño que me une con esa otra España que sé que hay.

[continuará...]

[si hay curiosidad, aconsejo este artículo de opinión publicado por The Guardian: , donde se resume parte de mi pensamiento al respecto de esta cuestión en plena efervescencia.]

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