jueves, 2 de octubre de 2014

De Roncesvalles a Zubiri (II)



En El Camino la gente no se adelanta, solo se cruza. Parece una perogrullada pero este detalle tiene una importancia extraordinaria.

Para un socialista convencido, el que cientos de miles de personas aborden de manera individual la consecución de un objetivo que, de manera colectiva, conforma algo tan importante como la Ruta Jacobea, no pasa desapercibido.

En El Camino no se compite, nadie intenta adelantar, cada uno va a su ritmo, a todo el mundo le parece bien la velocidad del prójimo y, por supuesto, nadie –que yo sepa– se siente mal por el hecho de que otros lleguen al albergue de tal sitio antes que uno mismo.

A veces sí aparecen levísimas controversias por las casi siempre inintencionadas faltas de consideración de los ciclistas hacia los caminantes. No es frecuente. Por lo general, todo el mundo entiende que hay que ceder el paso con amabilidad, que el que dispone de medios para ir más deprisa debe tener más cuidado con los más lentos, que en un albergue semilleno tienen preferencia un caminante rezagado antes que un ciclista que, por sus propios medios, no tendrá mayor dificultad para andar diez kilómetros más hasta el siguiente refugio…

¿No tiene esto mucho que ver con los conceptos de que dé más el que más tiene, de exigir a cada uno según sus posibilidades, de ofrecer igualdad de oportunidades y que a todo el mundo le parezca lo adecuado? ¿No es, en buena medida, esto el socialismo?

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