lunes, 18 de enero de 2016

El tren

Entorno del Parlament el día de la investidura del MHP Puigdemont



Después de latir a velocidad 
Ya va lento a su final 
Casi tú sabes cuando va a parar 
Si controlas tu viaje serás feliz.
LEÑO: «El Tren»

El tren

Los medios de transporte casi nunca son solo medios de transporte. No se limitan a mover objetos o seres materiales de un lado a otro.

Uno de nuestros mejores “autocríticos”, el maestro Mariano José de Larra comenzaba su artículo «La diligencia» con las siguientes palabras: «Cuando nos quejamos de que “esto no marcha”, y de que la España no progresa, no hacemos más que enunciar una idea relativa; generalizada la proposición de esa suerte, es evidentemente falsa; reducida a sus límites verdaderos, hay un gran fondo de verdad en ella».

Y añadía más adelante: «los tiranos, generalmente cortos de vista, no han considerado en las diligencias más que un medio de transportar paquetes y personas de un pueblo a otro; seguros de alcanzar con su brazo de hierro a todas partes, se han sonreído imbécilmente al ver mudar de sitio a sus esclavos; no han considerado que las ideas se agarran como el polvo a los paquetes y viajan también en diligencia».

«Las ideas se agarran como el polvo a los paquetes», qué gran afirmación... Larra falleció en 1837, el mismo año en que arrancaba la primera línea férrea española que no es, como nos cuentan, la Barcelona-Mataró (1848) sino la que unía La Habana con Güines, en Cuba. En caso de que hubiese conocido el tren no habría dedicado este artículo a la diligencia.

El tren es, además, siempre metáfora de avance social, ideológico, de cambio de actitudes, de mejora social. No es casualidad que, discusiones sobre el modelo aparte (incluso reconozco la crítica de excesiva “radialidad” desde Madrid), uno de los principales artífices del salto cuantitativo y cualitativo que tuvo el ferrocarril en España fuera socialista y catalán: Josep Borrell.

Referido a España y Cataluña, el tren es metáfora, casi alegoría, diría yo, de muchas más cosas, y de ahí las discusiones que siempre ha levantado en nuestro territorio. No fue Fraga quien inventó el Spain is different. Ya los peculiares políticos españoles del XIX se empecinaron en mantener en nuestros campos esa singularidad llamada ancho ibérico en las vías, que supuso que los españoles, durante más de cien años, cuando atravesaban los Pirineos en busca de hacer negocios o conocer la modernidad europea hubieran de cambiar de tren. Quizá el problema es que los tiranos españoles, en contra de lo defendido por Larra, sí eran conscientes de que el tren también servía para mover las ideas de progreso que iban extendiéndose por Europa, y que aquí parecían tan peligrosas, y era la estrategia para entorpecerlas. No lo sé realmente pero, en caso de duda, siempre soy partidario del conocido principio de Hanlon: «no achaques a la maldad lo que puedas explicar mediante la estupidez».

Ya lo he explicado en este blog, en las últimas elecciones municipales dejé de ser concejal de mi querida Tarragona (http://carlescastillotgn.blogspot.com.es/2015/06/discurs-ultim-plenari-de-mandat-2015.html), dejé de ir a pie o en automóvil a ver obras, edificios, visitar asociaciones vecinales o, simplemente, acercarme a mi despacho del ayuntamiento.

Como sabéis, las últimas autonómicas catalanes sirvieron para que, en primer lugar, por la confianza de las compañeras y compañeros socialistas, y en segunda lugar por la del electorado tarraconense, fuera elegido diputado en el Parlament, y empezara a tomar casi a diario el tren que nos acerca a Barcelona.

Esa hora y pico de recorrido de ida, con su otra tanta de vuelta, casi siempre en soledad, da para mucho: leer mails, preparar agendas, estudiar proyectos, informarme de las últimas novedades aparecidas en la prensa y, sobre todo, para pensar. Incluso para escribir. Estoy seguro de que muy buena parte de los artículos de esta mi nueva etapa política serán, al menos esbozados, sobre la mesita de la que estos magníficos vagones disponen frente a algunos de sus cómodos asientos. Por cierto, detalle “de trinchera”; que te toque o no es cuestión de ser rápido al subir, o de subirte en una de las estaciones iniciales del recorrido.

La escritura nos comunica con los demás pero, sobre todo, nos comunica con nosotros mismos. Nos obliga a ordenar ideas que, con frecuencia bullen en nuestra cabeza, más en forma de sentimientos o sensaciones que elementos racionales objetivos. Lo que os cuento a vosotras y vosotros, antes que a nadie me lo cuento a mí. Y pienso aprovechar el tren, este tren que mueve personas, paquetes e ideas, para este fin. Inicio pues un nuevo ciclo de artículos, que tendrán entre todos ellos el hilo conductor del tren, pues será donde se producirá al menos su génesis inicial.

Arranca además esta nueva etapa en el, quizá, mayor momento de incertidumbre política acaecido desde la Transición, tanto en Catalunya como en el Estado aunque, por diferentes razones, ¿o por las mismas?

Aunque este primer artículo de la nueva etapa tiene como vocación ser presentación y salutación, os adelanto algunos aspectos que iremos desgranando en los próximos capítulos.

En mi también querida Cartagena he escuchado una expresión que me parece ingeniosa: «agarrar el cesto de las chufas». Hace referencia a la actitud de alguien que, en una reunión, se enfada y se marcha sin más explicaciones. También se suelta cuando alguien tiene una reacción extemporánea.

Adelanto que poseo la íntima convicción de que el actual gobierno de Madrid está encantado con que Puigdemont y sus aliados amenacen constantemente con agarrar la cesta de las chufas.

Adelanto también, en este momento de incertidumbre y constantes controversias, que España se encuentra ante la oportunidad histórica de dar el gran salto adelante (las minúsculas son a propósito, no sea que me llamen maoísta) y en muy buena medida nos corresponde a los socialistas, catalanes y del resto del Estado, protagonizar este salto, y hacerlo con otras fuerzas progresistas con las que deberíamos encontrar lugares de convergencia (acabo de recuperar esta palabreja en mi vocabulario).

Asimismo adelanto que no nos podemos permitir el lujo de hacer políticas distintas que no sean las del acuerdo, el debate sano, la confrontación de ideas (y no de gónadas, como casi siempre). Tengo la sensación, además, de que en lo que pueda depender de Miquel Iceta o Pedro Sánchez Castejón va a ser así.

Y adelanto, por último, que concejal o diputado, en Tarragona o en Barcelona, a las «ordenes» de Pep Fèlix o de Miquel, que seguiré siendo políticamente incorrecto y trasgresor, a la vez que leal y entregado a la causa.

Y todos quienes queráis tomar este tren conmigo seréis bien recibidos. 

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