viernes, 26 de septiembre de 2014

Que le den a los ciento cuarenta



Como es bastante probable que, si estás leyendo estas líneas sea porque nos une una relación de afecto, eres mi padre o madre, mi pareja y mujer Ana, a cuyas espaldas me he dedicado a componer estas maltrechas reflexiones, mi vecino de enfrente, aquella vecina que pasó el otro día por mi despacho…, me voy a permitir tutearte...

Si resulta que eres el Delegado del Gobierno, mi director de departamento de Derecho Civil, el Dalai Lama o el coadjutor de Sant Magí, lo lamento, te tutearé igual, pero que sepas que apearte del tratamiento no resta ni un ápice al respeto que te tengo, ya sea institucional, intelectual o espiritual.

Permítaseme, no obstante, una excepción. Creo que de mi antiguo colegio dels caputxins, hoy inexistente, el Vallellano, anda por ahí un único OFM Cap. (Ordo Fratrum Minorum Capuccinorum): el Pare Pere. A usted, padre, le seguiré tratando con la misma reverencia que cuando colegiales nos dedicábamos a las trastadas.

Esas páginas de cotilleos que pomposamente hemos dado en denominar «redes sociales», con intransigente frecuencia nos obligan a algo tan absurdo como resumir hasta la paranoia.

Nos quejamos de que nuestras hijas e hijos cada vez leen menos, que cada vez se cuida menos la expresión escrita y, a la vez, nos empeñamos en comunicarnos con el mundo a través de ese Twiter, que el diablo confunda, y que tantos quebraderos de cabeza nos da como puerta que es hacia la improvisación, el repente, la urgencia.

¡Y nos da unos disgustos que…! ¿Qué te voy a contar que no sepas? Mis meteduras de gamba en Twiter son legendarias. Nada nuevo. Cuando me ha pasado, no ha sido, de verdad lo digo, de mala fe. Ha sido porque sin percatarme, a veces, actúo más por cómo siente la persona, que por cómo debe actuar el cargo. Y porque no puedo aguantar la falsedad, y de vez en cuando caigo en lo que yo llamo, excesos de sinceridad. No pretendo justificarme, sólo como digo, dejar claro que únicamente he tratado de expresar, a veces de manera excesivamente desnuda, lo que pienso y siento. Y también hay que decir que otras veces ni siquiera eso. Simplemente me equivoco. 

 “¿Qué hago yo aquí?”, como irás viendo, es un tuit sobre El Camino de Santiago. Algo largo, eso sí, pero en esencia, no es sino una reflexión suelta, sincera, despistada, anodina, quizá, que ha decidido gritar impúdica, coquetona y directa (como a mí me gusta), ¡que le den a los ciento cuarenta!

Son una serie de artículos que hablan sobre El Camino, sobre sus historias, pero también sobre la vía iniciática que representa éste; habla sobre la vida y sus piedras, pero también sobre todo lo bueno que puedes aprender caminando por ella (o por él).


Solo pretendo ofrecer una ristra de reflexiones sinceras en voz alta, que no son más que mis propios pensamientos al hilo de una experiencia tan especial y reconfortante, tan divina, como es El Camino. Y no intento escribir otra guía, ni exponer vastos conocimientos. Vaya ello, para comenzar, como aviso previo a posibles lectores. 

0 comentarios :

Publicar un comentario