domingo, 28 de septiembre de 2014

A Roncesvalles a tientas: Introducción





A veces, los caminos son medios que nos llevan a alguna parte. Otras veces, como en el caso que nos ocupa, El Camino es un fin en sí mismo.

Para empezar, con esta experiencia fabulosa que, año tras año, vamos realizando, como núcleo principal, mi padre y yo, aprendí que en sentido estricto, peregrinos son, somos, quienes vamos a Santiago, al Campus Stellae.

Hay otros lugares que el catolicismo tiene como santos. Todos tienen su protocolo de acceso, su año santo también; pero cada uno está asociado, además, a una denominación específica relativa a quienes acuden por motivos de fe. Los romeros van a Roma; los cruceños a Santo Toribio de Liébana –Cantabria–, a venerar el Lignum Crucis; los palmeros a Jerusalén, y, como decía, los peregrinos a Santiago de Compostela.

Comentaba también que El Camino con mayúscula, el camino por antonomasia, la Ruta Jacobea, el primer trayecto turístico de Europa, la mayor vía del románico, la vereda donde la Orden del Temple se expresó con más verdad y modestia (hablaremos de eso más adelante), es, más que una forma de ir a un sitio, un fin en sí mismo. En realidad, no es tan importante terminarlo, como estar en él.

Roncesvalles es una de las dos entradas tradicionales de lo que hoy se denomina «Camino Francés» y hasta hace relativamente pocos años, Camino de Santiago, sin más añadidos.
Aunque esta ruta está documentada, al menos, desde el siglo XII, hay que reconocerle a Manuel Fraga la habilidad de ponerla en valor en el entorno del Año santo del año por antonomasia o, lo que viene a ser lo mismo, el-año-en-que-pasó-todo 1992.

El trazado actual, las marcas de pintura amarilla, los mojones y, sobre todo, la enorme infraestructura de albergues que conocemos ahora es, en su inmensa mayoría, de ese año o posterior. En poco tiempo, historiado-res y hosteleros, legítimamente avispados, decidieron con buen criterio que a Santiago, desde la Edad Media, se podía llegar desde muchos otros sitios y empezaron a brotar, primero el camino del Norte y el de la Plata y, paulatinamente, distintos trazados que se unen con el Camino Francés en alguna parte.

Decía antes que Roncesvalles es uno de los dos pasos del Pirineo que desde la Edad Media usaban los viajeros a Compostela. El otro es Can-franc que continúa por Jaca. La catedral de Jaca adquiere en todo el Cami-no una importancia artística primordial porque en ella es donde se encuentra una especie de cenefa de cuadritos que recibe el nombre de taqueado o ajedrezado jaqués. Este adorno aparece de forma casi unánime en la mayor parte de las construcciones románicas que nos toparemos hasta Santiago.


Por otro lado hay que señalar que ambas vías, la de Roncesvalles –hoy más frecuentada– y la de Canfranc-Jaca confluyen en la también navarra población de Puente la Reina. Pero ya llegaremos. Sigamos caminando.

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