domingo, 22 de marzo de 2015

Reflexiones personales

Aunque no empecé este blog para cuestiones de actualidad, sino más bien de lo que viene a ser el alma, lo aprovecharé para compartir lo que el alma siente, pero al hilo de lo que ha pasado estos días. Rabiosa actualidad.

Hace unas pocas jornadas, 19 de marzo concretamente, anunciaba, junto al Alcalde de Tarragona (para que se sitúen aquellos pocos lectores que hipotética y extrañamente pudieren adherirse desde otras localidades), que daba por cubierta una etapa en la política municipal, tras doce años de concejal, ocho de ellos en el gobierno, llevando departamentos o áreas como Licencias, Movilidad, Seguridad Ciudadana, y Territorio.

Y aunque uno va perdiendo la capacidad de sorpresa, leo con la poca que todavía me queda los análisis que se han hecho al respecto.

Que si no quedaba claro si me iba, o se me echaba... que si me habían cortado el cuello... que si diputat al Parlament, que si diputado en Madrid...

Bien. Todo muy folklórico. Como siempre.

Que los análisis no me han parecido acertados no se le escapara a nadie, a tenor de lo que acabo de decir, pero lo que más me molesta, en realidad, son las conclusiones superficiales o las causas oscuras u ocultas que se intentan buscar.

Me voy de concejal, a buenas, de la mano del Alcalde, y sonriendo; y la caricatura que pretenden algunos es que hay dos posibilidades, me han cortado la cabeza, o solo queda la alternativa de que me hayan ofrecido algo, que pueda significar una escalada en la “carrera política”, término este que dicho sea de paso, me asquea hasta lo más profundo.

Pues miren. De partida, no.

Llego a la política desde la calle, desde movimientos asociativos y estudiantiles, y la política municipal significa la máxima expresión de lo que entiendo por el servicio público en pos de la justicia social. No tanto por lo que puedes realmente hacer. Lamentablemente no siempre es mucho, por escasez de recursos, a veces económicos, a veces humanos, a veces de puro apoyo político. Pero lo que es importante, lo que es el meollo de la política, es el contacto directo con las personas que se supone representas. Esa relación de día a día y de calle. Pura trinchera. Todo el mundo que acceda a un cargo público debería antes pasar, ¡obligatoriamente!, por el tablero local. Gestionar en un ayuntamiento. Sería una buena manera de trasladar esa visión municipalista de relación más directa con la ciudadanía.

Lo que quiero decir –no deseo enrrollarme de nuevo como vengo haciendo últimamente– es que para mí la política municipal es LA POLÍTICA, y no tengo ahora mismo ganas de entrar en liza por ningún otro cargo público que sustituya aquel por el que acabo de decidir no optar.

¿Qué por qué me voy entonces?

Pues miren, esto de las listas es siempre un follón, por lo complejo de su gestión. Hablamos de personas (y egos), y solo una puede ocupar un lugar determinado en la lista, que además debe tener un determinado orden, según la seguridad que el partido y/o el candidato quieren tener de que salga elegida la persona en cuestión.

Un follón que también se ha dado en Tarragona, naturalmente, porque no somos marcianos, ni está lleno mi partido de hermanitas de la caridad. Porque hay personas preparadas, y algunas de ellas consideran (es muy lícito) que merecen un puesto privilegiado. Y cuando hay más personas que lugares “libres” en la lista, surgen problemas. Por debajo de la mesa.

Por no entrar en muchos detalles, solo diré que se trata de jugar con las influencias, apoyos y cercanías de cada uno, así como los logros que se tienen en el haber propio.

Pasa absolutamente en todos los partidos, e incluso, como comentaba, si uno lo piensa detenidamente, es hasta legítimo.

Pues bien, paré todo el maremágnum en mi cabeza, en un determinado momento, que se dio unos días antes de la rueda de prensa, tras un tiempo en que los rumores de si estaba o no en la lista, y en qué número, se iban sucediendo. Como digo, “por debajo de la mesa”*...

(Por eso, permítaseme abrir un paréntesis que va relacionado con esta expresión*, porque todo se produce “por debajo de la mesa”. Cuando se me preguntó en la rueda de prensa si me habían ofrecido algún puesto en la lista, ciertamente me quedé pensativo un momento; porque exactamente en ese instante, caí en la cuenta de que no.

Tan alejados estamos a veces de los usos “normales”, en la política, que todos los mensajes habían llegado por vías indirectas, y vericuetos que hasta fintaban la decencia, para hacerte llegar la información.)

En fin, que decía que llegó un momento en el que me paré a reflexionar, unos días antes de la rueda de prensa.

Y pensé en cuando llego a casa, están mis hijos y estoy con el móvil. Y recordé los ratos que me he perdido de mi hija pequeñita. Laura. Ya tiene ocho años. Siempre digo medio en broma que, en un pestañeo más de vida, se me aparecerá adolescente, y me vendrá con una pareja al uso.

Pensé en Víctor, que con sus cuatro años también me dice continuamente que deje el móvil y le haga caso.

Y me dio rabia.

Pensé también en los nombres que sonaban para la lista. Algunos de ellos que me resultan especialmente interesantes. Parece que tiene ciertas posibilidades un ciudadano que es director de un instituto de FP. Se comenta por debajo de la mesa. Me han dicho que no lo puedo decir. Todo sin confirmar, por eso. Pero es que me parece bien. Lo conozco. Y es un buen tipo. Una buena opción ideológicamente hablando.

Me llegaron otros nombres interesantes. De compañeros y compañeras. Y pensé: “¿tengo que pugnar con ellos?”. Y fui todavía más allá, y llegué a una terrible pregunta: “¿me vale la pena?”.

En otras palabras, ¿vale la pena la batalla, la pugna política, el esfuerzo, el barro en algunos momentos, “dentro” y “fuera”?

Y para contestar esta pregunta hube de formularme otra más inquietante aún: “¿soy feliz con lo que hago ahora mismo?”. Ufff. ¡Vaya con la preguntita!

Pues sí, y no. Me explico.

Sí por lo que he dicho. Porque la política municipal, aunque de la teoría a la práctica, a veces vaya un abismo comparable al de Helm (de Tolkien), es lo que más me gusta.

Sí porque he podido participar en algunos proyectos y decisiones importantes, cambiar cosas vitales para algunos ciudadanos o ciudadanas, y conocer personas muy interesantes. Aprender mucho.

Pero no, porque las dificultades económicas y sociales con las que nos ha tocado gestionar han transformado la gestión municipal en una cuestión de una dureza extrema. Una cuestión para la que has de mantener en alto los escudos protectores, y la parte más dura de carácter bien afilada.

Cualquier proyecto cuesta ser llevado a cabo cuatro veces más y todo es mirado con lupa con cuatro veces más aumentos y desconfianza.

Hay quien parece decir que todo en la política es malo. Todo es interesado. Todo busca algo oculto.

No hace falta que recuerde la imputación por prevaricación que ha pesado hasta hace poco sobre mí, y supongo que no es necesario que remarque la tranquilidad que me da el haberme podido ir sin tener esa tacha pendiendo sobre la cabeza.

Sí soy (he sido) feliz, porque me gusta el contacto con las personas. Me gusta tocarlas, sentirlas. Disfruto debatiendo por Twitter tanto como presentándome de repente un día en medio de un vecindario, para escuchar directamente sus quejas.

Sí, porque a veces puedes ayudar, aunque sea un poco, a que la vida de alguien resulte algo más llevadera. Porque puedes solucionar o colaborar en erradicar una injusticia. Porque estás trabajando para tu ciudad. Porque es Tarragona lo que tienes entre manos.

Pero no, porque se ha convertido en un oficio duro en el que has de sacrificar tiempo de los dibujos de tus hijos para ir a reuniones mientras se te analiza de forma pública y se agradece muy poco todo esfuerzo extra. Y aunque como ya digo, tiene sus recompensas, y es un auténtico privilegio estar donde estoy, y estaré aún unos meses, hubo un momento en el que me detuve y me puse a pensar si después de 12 años... Si teniendo dos críos pequeños y estando mi mujer también metida en política, con reuniones y actos varios, valía la pena la pugna, valía la pena competir con otras personas, como el ciudadano que citaba antes, que fuera o él o yo...

Y llegué a la conclusión de que no.

De que en realidad podía encaminarme hacia un punto de vista diferente, después de doce años de idas y venidas al Ayuntamiento.

Siempre he defendido además que no deben acumularse ni mandatos ni cargos. ¿Cómo iba a justificar esa incoherencia también? ¿No son doce años de concejal suficientes para dejar paso a otras personas igual de preparadas y con renovadas energías en esa ocupación en concreto?

Podía estudiar alguna cosa. Podía dedicarme más a la casa. Más a mis hijos. A mi despacho. Necesito reciclarme previamente, tampoco voy a ir de guay en estos momentos. Calculo que necesitaría unos meses, pocos y dedicarme a la pugna en los tribunales, al asesoramiento jurídico.

No sé lo que haré todavía. Necesito un poco más de tiempo para pensar con calma. Una de las cosas que me planteo y me haría más ilusión (será muy difícil de combinar con la intendencia familiar pero bueno, yo lo suelto aquí, que no me ve nadie...) es la de emprender el Camino de Santiago de nuevo, pero hacerlo yo solo y enterito. Desde la etapa previa de San Juan de Pie de Puerto, en Francia, hasta la misma catedral de Santiago. No sé si lo conseguiré, ni siquiera estoy seguro de poderlo iniciar. Pero es el único reto que en estos momentos me planteo acometer.

Así, que como decía en un tuit hace poco: “No entiendo que no se entienda que quiera dar por cubierta una etapa”.

Y realmente, a pesar de todos los rumores que han surgido, no me estoy planteando, de momento, más que una vida alejada del mundanal ruido.


Eso sí. Aviso de que en el partido voy a dar la batalla. Toda la que haga falta. Dar la batalla para llevar a cabo la revolución que los y las socialistas necesitamos. Para volver a conectar con la sociedad de vanguardia y recuperar nuestros orígenes de lucha. Tirar de la sociedad en vez de seguir yendo a su remolque. Hemos de sentir auténtica rabia frente al dolor de las familias, por estas políticas neoliberales injustas que nos llevan al desastre y sustraen derechos adquiridos a sangre y fuego. Lo hemos de cambiar. Hemos de participar de manera activa en el cambio de este sistema. Actuar en consecuencia como partido, en todos los frentes. Colocarnos siempre al lado del que sufre, ante lo que dictan los mercados. Realizar propuestas que mejoren la vida de quienes lo están pasando mal.

Esa será mi nueva trinchera a partir de ahora.

Y lo intentaré desde el debate y la reflexión. A través de los medios que tenga a mi alcance.

Veamos.

Ya se irá viendo...

Hasta la vista.

En @LoCaragirat me tienen...

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