martes, 17 de marzo de 2015

Más vueltas con el elefante (Génesis del bestseller)


Génesis del bestseller

Venga, bah, que ya os lo cuento. Os decía que George Lakoff es un eminente científico, lingüista y asesor de partidos progresistas ahí donde es reclamado. Su trabajo principal, lógicamente, se encuentra en los Estados Unidos y sus principales líneas de trabajo son el apoyo al partido –equivalente ideológico a la socialdemocracia en Europa– que sostiene a Barack Obama. Demócrata.

Antes de meternos en más honduras es preciso explicar el contexto porque si no no se entiende nada. No pienses en un elefante. Lenguaje y debate político está escrito, como digo, en Estados Unidos y sus reflexiones deben ser enmarcadas en la realidad de aquel país. De hecho, el misterioso elefante de marras no es sino el símbolo del Partido Republicano (el del Demócrata, como sabéis, es un burro).

Recomiendo vivamente la lectura de este texto. Sus conclusiones no nos servirán para hacer un país mejor cuando gobernemos, pero sí para, por un lado, ser coherentes con nuestro propio pensamiento y, por otro, ser capaces de expresarlo de manera autónoma, sin estar constantemente usando como referencia al ominoso PP. Ya expresé en capítulos anteriores que pienso que uno de los problemas del socialismo español es que construye su discurso, con frecuencia, por oposición al bien asentado pensamiento conservador y eso no nos puede más que llevar al desastre (¿seguir llevando?).

Cuando Lakoff pide a sus alumnos de comunicación política que no piensen en el símbolo del partido Republicano, por un lado, pone de manifiesto lo difícil que es no pensar en algo en lo que previamente se le ha dicho a uno que no repare. Por otra parte, exige que en la construcción del «marco» –es el término básico que usa– se tengan en cuenta las convicciones propias de manera autónoma, sin elementos referenciales de marcos ajenos, sin elefantes.

Aquello de elaborar un discurso autónomo es de sentido común, ¿no? Además parece fácil, ¡pero no lo es! ¡Prueba! ¡Prueba a no pensar sobre un elefante! ¡Claro que no puedes! Pero es importante, los conservadores lo hacen muy bien. Hay que entrenarse y conseguirlo.

Una vez que tenemos clara la importancia de los marcos, lo imprescindible es dotarlos de contenido e intentar que toda nuestra acción política se ajuste al marco que nos corresponda. El autor nos cuenta que empezó en todo esto haciendo un ejercicio que, como tantas cosas, parece muy obvio pero que casi nadie se detiene a realizar.

Quiero hablaros de Lakoff pero me parece infinitamente más útil que sea él mismo quien hable, confío en que os resulte tan interesante como a mí:

Mi trabajo en política empezó precisamente cuando me hice una determinada pregunta. Fue en el otoño de 1994. Estaba escuchando los discursos electorales y leyendo el «Contrato con América» de los republicanos. La pregunta que me hice fue esta: ¿Qué tienen que ver entre sí las posturas conservadoras en las cuestiones importantes? Si eres conservador, ¿qué tiene que ver tu postura sobre el aborto con tu postura sobre los impuestos?

¿Y qué tiene ésta que ver con tu postura sobre el medio ambiente? ¿O sobre la política exterior? ¿Cómo encajan entre sí estas posturas? ¿Qué tiene que ver estar en contra del control de armas con estar a favor de la reforma del derecho de daños (tort reform)? ¿Qué es lo que da sentido a este engranaje? No podía entenderlo. Me dije: Esta gente es rara. Vistas en conjunto, sus posturas no tienen sentido

Pero entonces se me ocurrió una idea inquietante.

En cada una de las cuestiones importantes, yo tenía exactamente la postura contraria. ¿Qué tienen que ver mis posturas entre sí? 

Y tampoco pude entenderlo.*

¿Nos os parece sorprendente? Además, como se puede observar, el Partido Republicano, hoy más extremista que nunca –un sector importante del republicanismo norteamericano actual viene del Ku-Kux-Klan y lo de tener un comandante en jefe de las fuerzas armadas medio negro lo llevan fatal–, en sus líneas generales tiene mucho en común con el PP.

Más adelante, el propio Lakoff nos explica que Norteamérica es un país en el que los conceptos asociados a la familia adquieren una importancia primordial. Si prestamos atención a nuestra forma de hablar –la suya, en este caso–, las asociaciones entre «nación» y «familia» son más que frecuentes. Por ejemplo, «mandamos a nuestros hijos a la guerra», ¿pero qué hijos. Los míos son muy pequeños y no van a ninguna guerra. Ah, no, que es una metáfora. «Nosotros» no somos Marisa y yo ni seguramente eres tú. «Nosotros» es la nación americana.

Me permito recordar en este punto que cuando en el capítulo correspondiente hablábamos de reglas de juego, empezábamos explicando que una «nación» es un conjunto de personas. Desde esa perspectiva, la tesis de este lingüista californiano es más sólida aún.

[continuación... Segunda parte]

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