Jatorra
La actitud de Podemos, rechazando el AVE,
al igual
que Bildu, es muy perjudicial para Euskadi
ODÓN ELORZA
Como decía en mi anterior artículo, estamos
de campaña electoral. Esto da mucho juego a quienes de manera más o menos
esporádica tenemos vocación de saborear la política activa y, además,
comentarla.
Es conocida de hace años mi admiración por
Odón Elorza. Respecto a sus posiciones políticas, es muy frecuente que esté de
acuerdo con lo que expone pero, más allá de ello, lo que me agrada y atrae es
su estilo. Odón es lo que en euskera se llama un jatorra, un buen tipo, claro,
sin dobleces, que con acierto o sin él plantea las cosas como honestamente
estima y jamás hace de vocero del jauna (señor) de turno.
Además, Odón está adornado por otra cualidad
que también me hace sentirme cerca: su vida política, la del PSE, ha tenido
lugar en una comunidad autónoma en que la polarización no está tanto entre la
derecha y la izquierda como entre los nacionalistas vascos o catalanes, más o
menos radicales, y los nacionalistas españoles. Sería injusto obviar, en este
sentido, que Odón ha padecido en sus carnes, mientras era alcalde de la Bella
Easo, uno de los mayores zarpazos que puede lacerar nuestras, por otro lado,
curtidas pieles: los momentos más duros del terrorismo etarra.
Siempre escucho atento a Odón y en estas
fechas ha salido a la palestra en varias ocasiones. Hace pocos días a propósito
del asunto ferroviario que me ha servido de «trampa» (espero me lo disculpéis)
para la referencia a los trenes con que siempre empiezo estos artículos. Es un
asunto curioso, parece que de poca importancia en este momento pero que ilustra
hasta qué punto, con excesiva frecuencia, asumimos determinadas causas o lemas
en función de quién defienda lo contrario. ¿En serio la y griega vasca es de
derechas y paradigma del nacionalismo español que atenaza al libérrimo pueblo
de Euskadi, como defienden abertzales de izquierdas y quienes quieren ocupar su
puesto en aquella sociedad? No lo veo, la verdad.
Otras declaraciones de Odón que han tenido
cierta repercusión en los medios en estas fechas orbitan en torno a la futura
política de pactos del PSOE tras el 26J.
Quienes tuvieseis la paciencia de ver el
debate a cuatro del lunes pasado habréis comprobado, quizá con poca sorpresa,
que al final de aquella especie sucesión de soflamas emitida por bustos
parlantes que apenas interaccionaban entre sí se abordó la política de pactos.
El PP apuesta por la «gran coalición»; Ciudadanos por un
vamos-a-ver-con-quién-podemos-sumar, Podemos afirma alto y claro que quiere
gobernar con el PSOE (allá cada uno con la credibilidad que le merezca Pablo
Iglesias, sobre todo después de los meses de intentar los socialistas el
acuerdo, pero lo que dice admite pocas interpretaciones) y el PSOE…
¡El PSOE mira para otro lado y silba! Eso
sí, Pedro Sánchez Castejón repitió hasta la saciedad que Rajoy seguía
gobernando por culpa de Podemos mientras Iglesias, por lo bajinis, mascullaba
una y otra vez «el enemigo es Rajoy, no nosotros».
Quienes me siguen saben que siempre he
hecho profesión de lealtad absoluta con el partido y desde la lealtad y el
respeto sin matices por las decisiones que se adopten por los órganos
correspondientes, opino lo que estimo, aunque a veces me meta en charcos.
Me parece innoble hacia nuestro electorado
no explicar con absoluta claridad qué vamos a hacer con nuestros votos. Quizá,
en buena medida, el éxito del rutilante Podemos y el éxito que le auguran las
encuestas, parejo al declive del PSOE-PSC tenga que ver con una claridad en la
exposición de los conceptos de la que los socialistas, con frecuencia, no
hacemos gala. Había dicho ya que luego cada uno dé la credibilidad que estime,
¿no?
En estos días explicaré razonadamente por
qué una persona de izquierdas debe apoyar las candidaturas de mi partido y de
nuestro partido hermano, el PSOE, pero el objeto de mis reflexiones hoy es
hablar del jatorra, de Odón.
En El socialista digital de hace pocos días
este candidato al Congreso por Gipuzkoa titulaba un artículo «Buscar el
entendimiento con Podemos». Desde las primeras líneas exponía las dificultades
para materializar esa idea general; lo complejo que resulta entenderse con
estos de la «nueva política» que a veces, por sus mañas y artimañas, parecen
más viejos que el Conde de Romanones, pero también hacía un llamado a la
madurez política y la responsabilidad.
No se trata de tipo alguno de claudicación
ante el empuje y la emergencia –no siempre limpia, conviene recordarlo– de la
formación política que vetó en la práctica que Pedro Sánchez desalojara de La
Moncloa a un Rajoy que bascula entre el desastre político y la podredumbre
moral. Hacer las cosas bien nunca puede ser claudicar.
Vivimos en una situación de emergencia
social y política como no habíamos conocido desde el 78. Los españoles y
españolas necesitan un gobierno en el que poder confiar y es sabido que la
nutrida legión de votantes del PP, en buena medida, es refractaria a la
indecencia aunque esto sería digno de otro análisis.
En Catalunya la polarización política,
creada aquí pero alimentada vigorosamente por una incapacidad de diálogo desde
Madrid, contribuye a un clima cada vez más irrespirable en el que, además, las
personas sensatas van siendo cada vez más arrinconadas.
Ya sé lo que han dicho durante la primera
campaña electoral. Lo que siguen diciendo en la segunda… Incluso estoy de
acuerdo en que se han pasado dos pueblos con los socialistas. Pero no nos
podemos permitir ni un minuto más de los imprescindibles un gobierno del
Partido Popular y si ello nos obliga a hacer encaje de bolillos y sentarnos a
trabajar con quienes no disimulan su interés por fagocitarnos, hágase. Hágase
con responsabilidad, con rigor, con generosidad también. Y asumamos que
Catalunya y España son más importantes que el PSOE o el PSC.
Creo que en la medida en que seamos capaces
de aglutinar un gobierno de mayoría progresista, mayoría que, por otro
lado, existe en nuestra sociedad, la propia sociedad nos devolverá con creces
nuestra entrega hacia ella. La ciudadanía no es tonta, y sabe perfectamente
reconocer el esfuerzo. Aunque tal vez no haya que buscar dicho reconocimiento
sino a medio o largo plazo.
Es nuestra obligación, por tanto, como
socialistas, como personas de izquierdas, que cuando el ciudadano o la
ciudadana cojan una papeleta el próximo 26 de junio tenga la certeza de que ni
por acción ni por omisión vamos a apoyar gobiernos ni políticas de derechas y
lo vamos a hacer sin trampas, con transparencia.
Faltan pocos días para la cita con las
urnas y no debería ser posible que cuando nos pregunten «¿con quién vais a
pactar?» salgamos, según la expresión clásica, por los cerros de Úbeda.
Una vez más, el jatorra acierta.